Este dispositivo está destinado al registro automático del tiempo. Consta de un cilindro alrededor del cual se coloca una hoja de papel y de dos plumas registradoras que se ubican en un carro que se desplaza paralelamente al eje del cilindro, montadas en las armaduras móviles de dos electroimanes. Las plumas apoyan sobre el papel y realizan un trazo helicoidal en la medida que el cilindro gira a la vez que el carro se desplaza. Un electroimán es conectado a un reloj de tiempo sidéreo, dotado de un interruptor que corta la corriente cada segundo, moviendo una pluma y dejando una marca. El cable que vincula el reloj con el cronógrafo o al otro electroimán, poseía un pulsador que permitía al observador interrumpir el circuito, realizando de este modo una marca correspondiente al evento que se deseaba registrar. Por interpolación entre las marcas de tiempo y la del evento era posible deducir el momento del mismo, con precisiones de 0,1 a 0,01 segundos. Cada hoja permitía observar durante un intervalo de hasta 120 minutos. Diámetro del cilindro: 191 mm, largo: 310 mm. El tornillo que desplaza el carro, con 2,5 mm de paso, es movido a través de un sistema de engranaje por una pesa. El aparato fue modificado en 1912, reemplazando el regulador de velocidad original por uno ideado por el mecánico de la institución James Mulvey. Este cronógrafo está construido en bronce y acero.

Imagen tomada a principios del siglo XX, en la que se aprecia el cronógrafo Peyer-Favarger en su mueble, las pesas que movía el cilindro y el carro, el cronómetro Frodsham que daba la señal de tiempo sidéreo y las pilas que alimentaban el circuito de los electroimanes.

Cronógrafo Peyer-Favarger. Se aprecia el tambor y el carrito con los dos electroimanes. La manija permitía elevar la pesa que movía el dispositivo.

Grabado del fabricante impreso en el cronógrafo Peyer-Favarger .